Mi miedo. La lucha, la huida y la evasión del dolor, revisa de manera
constante mi alcoba cada noche.
Todo lo que llega a mis sentidos, controla mis emociones y el pánico
me aborda en cada amago por dormir.
El pánico se instala en mi cuerpo y me impregna de dolor y terror.
Diviso peligros irreales que dan magia a las horas de desesperanza, el
reloj avanza pero yo continúo en cadena perpetua.
Excusas pongo para retrasar su llegada, historias creo para no
acostarme en el lecho tortuoso que me trasporta a realidades inhumanas e
indeseables que atormentan la velada.
Quedo paralizada cuando llega la hora de dormir y no se puede, no
quiero dormir. La sensación de dormir me produce vulnerabilidad y desconfianza.
Me oprime, altera mi percepción de las cosas, una dura realidad.
Mi negación a dormir es tal que me lleva a tensiones y ansiedades dispares
conforme avanzan las horas.
Me alimento de mi miedo que es fobia, no puedo esconderme, debo ser
fuerte. Mis dudas de dormir, cuando es tan sólo parte esencial de la vida.
Es tan sólo una puerta a algo mejor, algo perfecto, y para mí es su trampa:
un disfraz de algo tan poderosamente malo que me asusta. Trato de escapar
de ella, cuando ella vive dentro de mí. Es de lo que escapo una y otra vez.
Por eso su papel es ponerme a prueba cada noche, para ver, si a pesar de
“traicionarla”, merezco lo perfecto que ella nos puede dar
La veo como una enemiga.
Me escapo de algo que ni siquiera me persigue, tan solo, vive en mí.
" El que no esté seguro de su memoria debe abstenerse de mentir.
Michel de Montaigne. "