Día 65. Me ahogo


   Días que se han convertido en cárcel. 
No oigo los gritos pidiendo ayuda. No hay nada. Me quedé completamente callada. Tranquila. Hundida en mi esquina.
   Alma que se ha quedado prisionera. 
No veo que en el fondo de mi ser aún exista alegría. No veo mi sonrisa, solo timidez  y miedo.
   Soy un cuerpo en continua destrucción. Una mente peligrosa. Un cuerpo sin vida o un alma muerta en vida.
   El fúnebre crespor tienta al descanso y lucho a veces para ignorarlo. Otras me río y juego con sus desafíos.
  El asco me priva del sustento, revuelve las entrañas y maneja el barco.
   La vergüenza me invade a diario como si fuera mi mejor traje. Me acompaña a todas partes sin soltarme.
   No sé si esto marcaba bien. Si escupir para luego sentir así es lo correcto.
   Vomitar el asco y cargar la culpa y vergüenza cada día era un factor con el que no contaba.
   Desprenderse de la mochila no está siendo bueno. Espero que merezca la pena. 


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